Orígenes de la homeopatía, parte 2, el agua

Las maravillas del agua: El origen de todas las cosas

¿que es la homeopatía?
Homeopatía

El agua es una sustancia muy especial. Recubre las dos terceras partes del planeta Tierra y además constituye el 99 % de las moléculas que forman el cuerpo humano. Las propiedades físicas esenciales del agua son bien conocidas; en cambio, hasta época bien reciente se sabía muy poco de sus propiedades en el plano de las energías sutiles. La mayor parte de los datos preliminares de que disponemos acerca de dichas propiedades derivan de los estudios que hacia los años sesenta se realizaron sobre la «curación por imposición de manos». En este aspecto es obligado destacar los innovadores trabajos del doctor Bernard Grad en la Universidad McGill de Montreal.
Grad se había propuesto averiguar si los sanadores parapsíquicos ejercían sobre sus pacientes alguna acción energética real, por encima y más allá de la posible eficacia del «carisma». Se trataba, por consiguiente, de diferenciar entre los efectos fisioló-gicos de la emoción (lo que suele llamarse el efecto placebo) y los verdaderos efectos energéticos sutiles sobre los organismos vivos. A fin de estudiar estos fenómenos ideó unas series experimentales en las que el paciente humano era reemplazado por animales y vegetales, con lo que descartaba los conocidos efectos de la fe. En este sentido tienen gran relevancia los experimentos de Grad con semillas de cebada. Para convertir la planta en un «paciente» enfermo, Grad puso los granos en remojo con agua salada, conocido retardante de la germinación. El sanador que colaboraba en los experimentos no trabajaba direc-tamente sobre fas semillas, sino que trataba por im-posición de manos un recipiente cerrado del agua salada que luego se utilizaría para hacer germinar la cebada. Las semillas eran puestas en agua salada por el personal ayudante del laboratorio, que la tomaba sin saber si estaba tratada o no sacándola de unas botellas arbitrariamente etiquetadas como «Uno» y «Dos». Sólo Grad sabía cuáles de los recipientes-de agua salada habían sido tratados.

Las semillas se dividieron en dos grupos que sólo diferían en cuanto al agua salada a que cada grupo había sido expuesto en principio; después de la salí-nización se pasaron a incubadoras y se estudiaron las características de su germinación y crecimiento. Se calculó el porcentaje relativo de germinación y se efectuaron las necesarias validaciones estadísticas entre ambos grupos; lo que estableció Grad fue que las semillas que habían sido expuestas al agua salada tratada por el sanador germinaron con más frecuencia que las del otro grupo, el puesto en remojo de agua salada no tratada. Los plantones obtenidos fueron luego puestos en macetas, bajo condiciones de crecimiento homogéneas, y transcurridas varias semanas se compararon estadísticamente los valores de talla, tamaño de las hojas, peso y contenido en clorofila. Grad descubrió que las plantas que habían estado en remojo de agua salada tratada por el sanador tenían más talla y más clorofila.

El experimento se repitió varias veces en el mismo labora-torio, con resultados similares, y después de la pu-blicación de los trabajos de Grad otros laboratorios estadounidenses, colaborando con otros sanadores, consiguieron reproducir con éxito los resultados de aquél.

En vista de estos antecedentes positivos, Grad utilizó el mismo protocolo experimental para el es-tudio de otros efectos energéticos sutiles en relación con la germinación de los cereales. Merecen especial mención sus éxitos en la estimulación del crecimiento de las plantas utilizando agua tratada con imanes comunes; y aunque ello diese pie a que algunos investigadores desconfiados aventurasen que el sanador de Grad había hecho trampa ocultando imanes en las manos, ni siquiera los magnetómetros más sensibles pudieron detectar ningún campo alre-dedor de las manos de aquél. En otros estudios más recientes llevados a cabo por el doctor John Zimmer-man recurriendo a unos ultrasensibles dispositivos superconductores de interferencia cuántica (SQUID, superconducting quantum interference device) para la detección de campos magnéticos, se puso de ma-nifiesto un débil pero significativo aumento del mag-netismo emitido por las manos del sanador durante el proceso de imposición.4 Y aunque las señales emitidas por las manos del sanador durante su actuación excedían en un factor de varios cientos el nivel del ruido de fondo, de todos modos el campo magnético era significativamente más débil que el de los imanes utilizados en otros experimentos de Grad.

Otra variación original ideada por Grad fue la de poner el agua en manos de pacientes psiquiátricos, antes de utilizarla para remojar las semillas de cebada. Es interesante anotar que el agua energizada por pacientes afectados de síndrome depresivo grave surtió el efecto de anular la germinación y el. creci-miento de los plantones, es decir al contrario que el agua tratada por el sanador.
En vista de los efectos positivos para el creci-miento que por lo visto era preciso atribuir al agua tratada por el sanador, Grad llevó a cabo series de análisis químicos de esa agua, para determina)» si su energización correspondía a algún cambio físico apreciable. En el agua tratada por el sanador se ob-servaron al espectroscopio de infrarrojos diferencias significativas; se trataba de leves alteraciones de la estructura moíecuíar del agua, debido a un debilita-miento de los enlaces hidrógeno entre las moléculas del agua. Los análisis confirmaron una significativa disminución de la tensión superficial, consecuencia previsible de la alteración de estos enlaces débiles en las moléculas del agua energizada por la acción del sanador.

Es curioso observar que el agua tratada con imanes también presentaba una disminución si-milar de la tensión superficial así como los efectos positivos en cuanto a estimular el crecimiento de las plantas.5 Los resultados de Grad han sido reproducidos en trabajos de Douglas Dean y Edward Brame,6 así como, más recientemente, por Stephan Schwartz con Edward Brame y otros,7 corroborándose las di-ferencias al espectroscopio de infrarrojos y la alte-ración del ángulo de los enlaces interatómicos en aguas tratadas por sanadores.
Hemos citado aquí estos experimentos, no tanto por su relevancia en cuanto al tema de la curación parapsicológica sino porque sus resultados ilustran de manera notable las propiedades energéticas sutiles del agua. Éste es un punto crítico en el que no repara la mayoría de los investigadores que conocen aquellos experimentos sobre la curación por imposición de las manos. Al parecer indican que el agua se puede «cargar» de energías sutiles de diferentes tipos y que éstas permanecen «almacenadas» en dicho medio. Según los trabajos de Grad con sanadores y con pacientes deprimidos, esas energías sutiles que se almacenan pueden ser tanto beneficiosas como perjudiciales, y el agua así tratada sirvió para inducir cambios apreciables en la respuesta fisiológica de los vegetales y su crecimiento, pese a no haberse añadido al agua ninguna sustancia física nueva, como evidenciaron los análisis. Además los sanadores no tuvieron ningún contacto con el agua durante el proceso de imposición de manos, ya que aquélla se hallaba en recipientes cerrados. Cuando menos, existió siempre entre las manos del sanador y el líquido la barrera física de las paredes de vidrio de los recipientes.
Nos interesaba recordar estos experimentos sobre las propiedades energéticas sutiles del agua, al objeto de examinar los principios conocidos de la farmacología frente a los mecanismos todavía des-conocidos de la homeopatía. La moderna teoría far-macocinética establece que las dosificaciones que se administran a los pacientes deben ser las que permitan obtener niveles terapéuticos de concentración de los principios activos en sangre.

La mayoría de los fármacos en uso tienen efectos dependientes de la dosis, según la terminología habitual, es decir que cuanto mayor es la cantidad de droga administrada más potentes son los efectos fisiológicos. En la ho-meopatía, por el contrario, se verifica que cuanto más diluido el principio activo, más potentes los efectos fisiológicos. Las concentraciones empleadas en los remedios homeopáticos son tan bajas, que en muchos casos es improbable que contengan siquiera una sola molécula de la sustancia originaria. Lo que parece paradójico, si nos atenemos a la necesidad física de que esté presente un número de moléculas del principio activo suficiente para producir el efecto terapéutico deseado, No vamos a exponer aquí casos de tratamiento afortunado de enfermedades por medio de los me-dicamentos homeopáticos; la cura de dolencias físicas mediante los recursos de la homeopatía está su-ficientemente documentada por numerosos autores médicos.8 Por tanto, si hemos de admitir que la ho-meopatía funciona, nos enfrentamos a una evidencia por otra parte inexplicable según el actual análisis de causas y efectos de la dinámica newtoniana aplicada a la farmacología. Y si la teoría newtoniana no explica unos efectos observables y reprodúceles, fuerza será convenir que esa teoría es inadecuada o insuficiente. Volviendo a la cuestión de las aguas tratadas por un sanador, nos hallamos ante otro caso similar al de la homeopatía, en el que un medica-mento que no contiene ni una sola molécula física de producto activo se presenta dotado de propiedades curativas.

¿Debe existir, pues, alguna otra cosa, aparte de las moléculas de los principios activos, que explique los beneficios terapéuticos de las soluciones homeopáticas y de las aguas tratadas? El modelo einsteiníano o de energías sutiles puede ofrecer, tal vez, alguna razón de que esas soluciones de ba-jísima concentración molar presenten propiedades curativas.

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